MEMORIA DEL NÚMERO 3 DE LA CALLE DE LOS TERCOS
Esta casa tiene vida, está animada. Sus paredes no sólo protegen del frío o sus tejados de la lluvia. Frustración y esperanza, nacimiento y muerte, llanto y algarabía han encontrado también cobijo entre estos muros. Por eso hemos querido hurgar en la memoria y honrar a quienes la habitaron. Tú, amigo viajero, también formas parte de su historia.
1880. El incendio y las burras rucias
Resulta difícil apuntar con exactitud el año de construcción de la casa. Las primeras noticias contrastadas hablan de un devastador incendio que la destruyó en torno a 1880. Sólo quedaron los muros y poco más. Diez años más tarde, el bisabuelo Jesús Sanz Martínez contrae matrimonio en segundas nupcias con Andrea Muñoz Rodríguez y, ante las dificultades para encontrar vivienda, ocupan los restos de la casa de la calle Los Tercos, perteneciente a la familia de la bisabuela Andrea.
Apenas un solar y cuatro paredes sobre el que edifican dos habitaciones, hoy destinadas a los viajeros, que se corresponden con las dos de la entrada. La de la derecha, destinada a dormitorio, y la de la izquierda, usada como cocina, como se pudo comprobar en una reforma posterior al encontrar restos de una chimenea. La entrada única a la casa era por la actual portá, siendo al mismo tiempo entrada de personas y animales. La cuadra, por cierto, estaba ubicada en el lugar que hoy ocupa la habitación del aljibe y habitada por dos burras rucias, o pardas, heredadas de la familia de la bisabuela Andrea. Por cierto, que Andrea perdió pronto a sus padres y quedó sola junto a su hermana y las dos burras rucias, o pardas. Esta es la razón por la que a ambas hermanas se les conocía con el apodo de Las Pardas.
1893… y llegaron los niños
Pero habíamos dejado la casa con dos habitaciones y una familia recién creada. Pronto llegaría la primera hija, una niña de nombre Esperanza que vería la luz en 1893. Cinco años más tarde llega el segundo hijo. Esta vez un varón que bautizarán con el nombre de Rafael y que, a la postre, acabaría siendo el abuelo Rafael. Dos hijos ya exigían una nueva habitación, que se construye a continuación de la de la entrada a la derecha, en un emplazamiento que hoy ocupa la escalera y parte del salón.
En 1903 nace el tercer vástago de la familia, un varón al que llamaron Santiago. Tres niños y la pareja obligan a dividir en dos la última pieza construida. Las entradas eran consecutivas. De la calle a la cocina, de allí al primer dormitorio y así uno tras otro. Las ventanas daban a una especie de porche o corrido que iba desde la cocina hasta la cuadra.
1915 Vino para Madrid: un jaraíz en casa
Ya no habría más modificaciones hasta 1915 en que se construye un pequeño jaraíz (bodega) compuesto de dos tinajas de Villarrobledo, prensa, destrozadora y bomba. El lugar escogido es la continuación de la última habitación, en la actualidad la cocina y parte del salón. El vino que se elaboraba era vendido a compradores ambulantes que los transportaban en pipas o toneles a Madrid a bordo de cabrias tiradas por dos mulas. La bodega estuvo en uso hasta 1928 en que fallece el bisabuelo Jesús. Su muerte provoca la separación de la casa en tres partes pro indiviso, una para cada hijo, si bien Esperanza ya había abandonado la casa nueve años antes para contraer matrimonio.
Se nos olvidaba recoger una nueva inquilina. En 1924, el abuelo Rafael se casa con la abuela Inocencia y pasan a ocupar las dos habitaciones fruto de la división del segundo dormitorio. El pequeño de los tres hijos de la familia, Santiago, pasó a dormir a la banca de la cocina. Para entonces, las burras habían pasado a mejor vida y habían sido sustituidas por una mula que tiraba de un pequeño carro.
1936 La guerra y la diáspora
Durante unos años conviven en la casa el abuelo Rafael con su esposa Inocencia, además de la abuela Andrea y el menor de los hermanos, Santiago.
La guerra civil sorprende a la abuela Andrea y a su hijo Santiago, como únicos ocupantes de la casa. Rafael e Inocencia se habían trasladado ya a otra vivienda, propiedad del padre de Inocencia, en la calle de Espartero.
En 1937 muere la abuela Andrea y Santiago queda sólo en la casa. Ante la posibilidad de que sea llamado también a filas, el abuelo Rafael abandona el frente de Toledo, regresa andando al pueblo y hace un petate con algunas pertenencias de su hermano menor. Esa misma noche emprenden viaje a Campo de Criptana, a la casa de la familia Augusto. Santiago pasa buena parte de la guerra escondido en una cueva de su propiedad.
Finalizada la guerra, Santiago vuelve a casa y alquila la parte donde vivieron su hermano Rafael con su esposa a una familia procedente de Campo de Criptana. El nuevo inquilino abrió un taller de reparación de calzado sin puerta a la calle. Allí vivió algunos años con su esposa e hijos. Uno de ellos es el actual propietario del Asador Sancho.
1941 La salida del zapatero y la casa del Tío Cohete
Cuando la familia del zapatero deja la casa en 1941, el abuelo Rafael compra las otras dos partes de la vivienda a sus hermanos Esperanza y Santiago. A Esperanza, a cambio de hacer las labores agrícolas de sus tierras; y a Santiago, a cambio de una nueva vivienda que compran al Tío Cohete, justamente el número 8 de la misma calle de los Tercos. Ese mismo año, Santiago contrae matrimonio y se traslada a la vivienda comprada al Tío Cohete. El número 3 de la calle de los Tercos queda por segunda vez deshabitada hasta 1950.
Pero no duraría mucho con esa denominación. Por esa época era alcalde Graciano, vecino de la calle de los Tercos, que decidió cambiar el nombre de algunas calles, entre ellas la suya. La calle de los Tercos sería desde hora la calle de Cervantes. Y la del Sordo, paralela a la de los Tercos, quedó bautizada como calle de Goya.
1950 La boda de Esperanza: unas puertas de teatro
Con toda la casa en propiedad, el abuelo Rafael acomete una nueva reforma para que la habitara su hija Esperanza, que iba a contraer matrimonio en septiembre de ese mismo año. Se arregla el portal con azulejos procedentes de Manises. Fue el pago a una deuda contraída por el transportista por unos trabajos que le había realizado el abuelo Rafael y le pagó en especie. En esta época se pusieron también los primeros suelos de baldosa hidráulica comprados en Campo de Criptana. En la actualidad se corresponden con las dos habitaciones de la entrada, el portal y parte del salón.
Las vigas se le compraron a León Martínez, almacenista que traía maderas para la construcción. Las puertas de la casa se obtuvieron de Palomino, un señor de Madrid que traía material de derribos. Era el momento de abrir entrada principal y dejar la portá sólo para carruajes y ganado. Tanto las de la calle –principal y portada-, como las de la casa, fueron traídas en camiones desde Madrid, procedentes de la rehabilitación del Teatro Español, tras uno de los múltiples incendios que sufrió a lo largo de su dilatada historia. La cuadrilla de albañiles estaba formada por Julián Martínez y ayudados por el abuelo Rafael y su hijo Domingo, padre de la actual propietaria. Tardaron tres meses en realizar la reforma prevista.
Las cámaras y el cuarto de las patatas
La casa adquiere su penúltima distribución. De la antigua bodega –ya desmantelada- se segrega una cocina –la actual- y el resto se incorpora a un corredor que unía el primer cuerpo de la casa (las habitaciones de la calle más parte del salón) con el segundo (la antigua bodega y cuadras). Pero no para ampliar el corredor, sino para convertirlo en dos habitaciones más amplias que las ya existentes, que servirían de dormitorios. Esas dos piezas, más el corredor hacia la cocina conforman el actual salón.
La habitación del aljibe sigue como cuarto de las patatas, para guardar los productos de la huerta -ese fue el uso que se le había dado cuando las mulas abandonaron la casa-. Además, se suben las tapias de la fachada para construir un primer piso destinado a cámaras donde recoger el grano. A ellas se accedía a través de una escalera desde el primer patio, en cuyo hueco estaba la despensa.
Al fondo de la casa quedaba un corral con espacio dedicado a la cría de cerdos y gallinas, así como al almacenamiento de gavillas de leña y cepas para echar lumbre.
1960 Llegan Rosario y Domingo… y el primer cuarto de baño
Esperanza y su marido, Pedro, abandonan la casa en 1954, quedando nuevamente cerrada en espera de unos nuevos inquilinos, que llegarían en 1960 cuando Rosario y Domingo, los padres de la actual propietaria, contraen matrimonio. Es el momento de pintar la casa y poco más porque las últimas reformas eran relativamente recientes. Cada habitación se pinta de un color; y el portal de verde, el mismo verde que tiene en la actualidad. El pintor fue Antonio Ramos, tío de Juande Ramos, entrenador del Tottenham y del Sevilla.
Seguía sin haber cuarto de baño, como correspondía a la época. Para eso ya estaba el corral… Pero todo llega. Y en 1975 Domingo, su mujer y sus dos hijos –Mila y Eugenio- acometen la empresa de construirlo en el lugar que ocupaba la despensa. La escalera de obra hacia las cámaras se sustituye por otra de hierro. Fabricaron, incluso, los ladrillos, gracias a un molde que les dejaron. ¡Y, por supuesto, con bañera! Ese cuarto de baño se corresponde con los dos baños actuales de las dos habitaciones de la entrada.
1977 La escuelilla y la penúltima reforma
En 1977 se lleva a cabo la penúltima reforma. La madre de la actual propietaria, Rosario, emula a su padre –maestro nacional, fallecido en 1961- y monta una pequeña escuela de párvulos para niños y niñas. El lugar elegido salió de restar una parte al alargado “cuarto de las patatas”. Se corresponde más o menos con la actual habitación de juegos que une los dos patios, entonces, lugar de recreo para los escolares.
En 1989 Rosario y Domingo se trasladan a la calle Espartero –la casa que habitó el abuelo Rafael y su hija Esperanza, antiguos ocupantes de la calle Cervantes, cuyo inmueble número 3 queda otra vez deshabitado. Y así hasta 1997 en que Mila, hija de Rosario y Domingo y nieta del abuelo Rafael, que había contraído matrimonio con Juan, deciden rehabilitarla y convertirla en casa rural.
El resto no es historia. Es lo que estás pisando y viendo en este momento. La Casa de la Ermita abrió sus puertas el 1 de noviembre de 1999.